Santo Domingo.– El debate sobre la prostitución sigue vigente, con posturas divididas sobre su legalización.
Sin embargo, expertos insisten en diferenciar claramente entre lo que es oficio y profesión.
Las profesiones se caracterizan por estudios académicos, acreditaciones formales, códigos de ética y un reconocimiento social orientado al bien común.
Su fundamento principal radica en preparación, legitimidad y aporte colectivo.
En contraste, los oficios surgen del aprendizaje práctico y empírico, sin necesidad de títulos universitarios ni instituciones que los regulen.
La prostitución encaja dentro de esta categoría.
La prostitución carece de marco académico que la respalde, de organismos que certifiquen su práctica y de un código ético que norme sus lineamientos. Por ello, no califica.
Incluso en países donde la prostitución fue legalizada, como Alemania o Países Bajos, la regulación se limita a reconocer derechos laborales mínimos. No alcanza estatus de profesión.
Este debate incluye también el valor social. Mientras las profesiones generan aportes colectivos como salud, educación y justicia, la prostitución se reduce a una transacción sexual y económica.
Su vínculo constante con explotación, violencia de género y trata de personas la coloca en un espacio socialmente vulnerable, lo cual refuerza su naturaleza de oficio marginal.
Académicos coinciden en que no se trata de criminalizar a quienes la ejercen, sino de reconocer su realidad como oficio, no como profesión.
Esa clasificación permite trazar políticas públicas más acertadas, que garanticen protección, salud y derechos básicos a trabajadores sexuales, sin necesidad de falsear su categoría como profesión.
El reconocimiento de la prostitución como oficio es también un paso hacia la honestidad social: llamar las cosas por su nombre, sin confundir legitimidad institucional.
El debate continuará abierto, con posiciones encontradas. No obstante, la conclusión parece clara: la prostitución, lejos de consolidarse como profesión, permanece limitada a un oficio.
Así, se establece una diferencia clave. La prostitución representa una práctica empírica para sobrevivir, no una vocación reconocida por la academia, la ética y la sociedad organizada.
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